viernes, 10 de agosto de 2007

Una tijera clavada en el corazón.


Quiero decir cosas
como si todos nosotros fuésemos los niños que no pueden hablar en la mesa de los
grandes.

Quiero pararme arriba de la mesa del pellejo y gritar.

Sé que les molesta la palabra PROLETARIADO y para que les moleste la escribo,
no puedo dejar de comparar la vida de este pueblo municipalizado
con la vida privada de la burguesía.

Quiero contar una historia,
una que no les va a gustar,
una que va contra la mayoría de lo que hoy piensa una nación,
una que va contra la corriente,
pero no como salmón,
sino como un pez gris y rabioso,
uno de esos de olor pasoso que tenemos que comer los pobres.